La historia de la humanidad está marcada inevitablemente por la suma de millones de pequeñas historias de personas que se mueven por el mundo para buscar un lugar mejor en el que vivir o para llenar la necesidad de descubrir nuevos horizontes.
Los movimientos migratorios han sido una constante en la evolución de la sociedad y en la conformación de un sentido de comunidad global. Sin duda alguna, es la fuerza histórica que más ha moldeado el mundo tal y como lo conocemos actualmente.
Con las primeras migraciones, el ser humano amplió su visión del mundo conocido, mediante la exploración de lugares inhóspitos, extendió el dominio de los recursos naturales y esparció las semillas de la sociedad moderna.
Desde entonces, el ser humano ha estado en un perpetuo movimiento, logrando un intercambio cultural y una interconexión social que nos hacen ser una especie única.
Esta constante inercia ha tenido una de sus mayores explosiones desde finales del siglo XIX, con los avances en el transporte, las comunicaciones y la masificación de los factores laborales y económicos. Este proceso ha logrado una integración mundial cuyo impacto económico es parte del fenómeno de la globalización. A mediados de la década de 1960, 75 millones de personas residían en un lugar distinto al que había nacido. Hoy en día, esa cifra supera los 300 millones de personas, cerca del 4% de la población mundial, según datos de la ONU.
La migración, un factor de crecimiento
La acelerada integración mundial y la homogeneización cultural social han sido impulsadas por la globalización y el crecimiento económico de los países desarrollados y ha generado un fenómeno de relocalización de las fuerzas laborales, una mayor demanda de talento y mano de obra y la creación de oportunidades de progreso con la promesa de una vida mejor. Esto ha derivado en un mayor movimiento migratorio necesario para satisfacer las economías más evolucionadas, pero también ha traído consigo un beneficio indirecto en los países de origen.
Por un lado, las migraciones llevan el trabajo a zonas de prosperidad económica, con los consiguientes avances sociales y la mejora de los indicadores económicos. Los expertos concuerdan que cada vez más el mundo desarrollado requiere de una inmigración positiva por motivos económicos asociados a la productividad, por factores demográficos debido a la pérdida neta de población y por un componente laboral y social esencial para el sustento del estado del bienestar.
Por otro lado, la inmigración también nutre de beneficios a los países de origen en forma de ayudas económicas familiares, por lo general hacia zonas con menos recursos y con ventanas de oportunidad más pequeñas en el llamado ascensor social. La contraparte financiera de la migración se genera con los movimientos de capital hacia economías desfavorecidas de donde proviene el talento humano y constituye un puente esencial para la supervivencia de millones de personas. Existe un amplio consenso sobre el impacto social y económico que genera la inyección de estos recursos en el progreso local y regional. Las remesas son sin duda un elemento clave en la ruptura del ciclo de la pobreza en muchas economías en desarrollo.
El arraigo social, un elemento clave
Toda emigración tiene una significación personal, social y económica, no sólo para quienes emprenden la aventura de perseguir una mejor vida o un anhelo de exploración, sino para los países receptores y los familiares que dejan en sus países de origen. Para estos últimos, el migrante representa una pérdida de talento humano, pero a la vez puede ser una pieza esencial para romper el círculo de la pobreza y un sustento invaluable para las frágiles economías del mundo en desarrollo.
Para el país de acogida, el equilibro entre la demanda de fuerza laboral y la oferta de talento es básico para el progreso social y económico.
Todo aquello que queda atrás en el viaje de partida en forma de vínculos emocionales, relaciones y nostalgia se transforma en una fuerza para el progreso de millones de familias en los países forjadores de mano de obra. El flujo de riqueza es opuesto al del viaje que emprende el emigrante, pero se mueve en la misma dirección del arraigo social. Cuanto mayor sea la brecha económica y el lazo emocional con el país de origen, mayor tenderá a ser el flujo de riqueza entre dos sociedades interdependientes. Son esos lazos invisibles, esas conexiones emocionales lo que une a la humanidad y crea un sentido de pertenencia social. Sin perseguirlo, esta conexión permite el progreso de sociedades menos favorecidas en el plano económico.
La historia de América Latina y Europa está marcada por esta relación de arraigo cultural y social. En virtud de su vinculación al Viejo Mundo, desde el período colonial y hasta mediados del siglo XX, Latinoamérica recibió numerosos inmigrantes de ultramar, en su mayoría originarios del sur de Europa que escapaban de guerras y hambrunas en busca de vidas más promisorias. Este fenómeno dominó la escena migratoria durante muchas décadas y aún tiene una presencia notoria en varios países, moldeando la cultura latinoamericana y creando vínculos emocionales de gran relevancia económica y social.
Hoy en día, se ha revertido la tendencia y el flujo de talento que viaja Latinoamérica hacia Europa persigue la riqueza, la estabilidad y la seguridad que otrora se buscaba en las latitudes del sur. El arraigo social, la lengua, la cultura y los nexos históricos hacen del sur de Europa un polo geográfico de referencia para los millones de migrantes de lengua hispana. Es ese arraigo social histórico lo que permite que estos ciclos sean parte de nuestro relato migratorio.
Las remesas, la otra mitad de las migraciones
Una consecuencia de la emigración originada en América Latina y el Caribe hacia Europa es el flujo de dinero que se crea para sustentar a millones de familias en los países de origen. En esencia, las remesas son un buen termómetro del fenómeno migratorio.
Además de dinamizar la economía de los países receptores y servir de termómetro para las economías de los países emisores, las remesas son una manera de seguir el rastro y medir las migraciones a escala global.
El impacto de las remesas en la economía de varios países latinos es de mucha relevancia, donde su cuantía excede en algunos casos lo generado por otras fuentes tradicionales de ingreso de divisas. Esta ingente cantidad de dinero permea de manera importante en el presupuesto público de los países y constituye un motor de crecimiento. Las remesas familiares, por lo tanto, no sólo se han convertido en un elemento crucial para sacar a millones de personas de la pobreza sino que representan una importante fuente de ingresos para gobiernos y estados de muchos países económicamente frágiles. El continuo incremento observado en las remesas enviadas en todo el mundo hace que éstas se hayan convertido en una parte importante del PIB local.
En 2004, según datos del Banco de España, se produce un fenómeno muy importante en el ámbito iberoamericano, cuando por primera vez las remesas enviadas al extranjero desde España superaron en cantidad de dinero a las enviadas por los emigrantes españoles. Desde entonces la tendencia ha incrementado esta brecha y España se ha convertido en un actor de relevancia en el flujo económico con el nuevo mundo. El movimiento de dinero entre España y Latinoamérica es de enorme importancia y representa más del 70% de los 18.000 millones de Euros que salieron del país en 2019. Esta dinámica es una de las expresiones más significativas de los vínculos entre los países de Iberoamérica, con un gran valor económico y social para ambos lados del Atlántico.
Los flujos de dinero entre España y Latinoamérica son pieza fundamental en la relación de equilibrio y las oportunidades de desarrollo a ambos lados del Atlántico. Es allí donde se vuelve fundamental la creación de valor en los servicios financieros de movimientos de capital. Es allí donde reside la esencia del propósito de ser un eslabón de apoyo en el vínculo económico entre los migrantes y sus frágiles economías de origen.
La razón de ser de Gelt Giro
Cuando nos planteamos crear Gelt Giro, respondimos a un solo interrogante:
¿cómo podemos ser relevantes para los inmigrantes en España y sus necesidades de movimiento de capital hacia Latinoamérica?
Así nace Gelt Giro el 16 de junio de 2020, Día Internacional de las Remesas establecido por la ONU.
Hemos decidido apostar por un modelo de valor diferente en el envío de dinero, siendo transparentes y relevantes para un dinámico segmento de mercado, y siendo conscientes de nuestro rol en medio de una de las peores crisis sociales, económicas y sanitarias de la historia reciente.
Nacemos con el objetivo de aportar un valor diferencial en la relación entre el movimiento migratorio, el beneficio del trabajo y el sustento de millones de familias en países en desarrollo.
Nuestra razón de ser reside no solamente en entender el valor del servicio sino las necesidades y problemas de los usuarios que parten a lejanas latitudes en busca de nuevas oportunidades.
Queremos ser el punto de contacto cercano y transparente en la relación de los migrantes con el dinero que envían a sus países de origen.
Creemos fielmente que las páginas de nuestro tiempo se escribirán con las historias de aquellos que, a pesar de los contratiempos, siguen moviéndose por el mundo en busca de un progreso sostenible.
Queremos ser parte de esta historia. Queremos ser parte de tu historia.
Somos Gelt Giro.
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